Nos remontamos al 8 de abril de 2009. Una tripulación de 20 miembros capitaneada por Richard Phillips, todos ellos de origen estadounidense, van a bordo de un carguero de la armadora danesa Maersk que navega por aguas del Índico a 400 millas de Mogadiscio.
En lo que supondrá el primer secuestro a un carguero bajo bandera de EEUU en 200 años, el Maersk Alabama es apresado por piratas somalíes.
Entre su carga, más de la mitad de los 400 contenedores que transporta, toneladas de ayuda humanitaria del Programa de Ayuda Alimentaria de la ONU con destino a Somalia y Uganda.
Las negociaciones consiguen que el buque sea liberado pero el capitán Phillips es retenido hasta que cuatro días después es liberado por tropas estadounidenses.
La ofensiva militar, protagonizada por fuerzas especiales de la Marina, contó con la aprobación de Barack Obama, que dio a los responsables militares autoridad para actuar si consideraban que la vida de Phillips corría peligro.
Hasta aquí el relato de una historia que, lamentablemente, se ha ido convirtiendo en una práctica frecuente en esta zona del Cuerno de Africa desde que se produjeran los primeros secuestros en 2006.
La diferencia es que el Maersk Alabama y su Capitán Phillips desembarcan ahora en las grandes pantallas como protagonistas de una película.
Es el primer proyecto cinematográfico que aborda la cuestión de la piratería en lo que supone, dice la crítica, una buena dramatización de los hechos, siempre con la veracidad como base primordial.
Y es que el guión se ha basado en el libro escrito por el propio Phillips junto a Stephan Talty: A Captain’s Duty: Somali Pirates, Navy SEALs and Dangerous Days at Sea.
Además se ha tenido en cuenta el punto de vista de los propios piratas somalíes para “dar una mayor perspectiva a la historia y bucear en los problemas de la piratería, para mostrar que se trata de organizaciones altamente jerarquizadas en las que, al final, los piratas son el último eslabón de una poderosa cadena”.
Luis San Simón recuerda el secuestro del Maersk Alabama y habla con mucho respeto y admiración del Capitán Phillips. En esos días, San Simón se encontraba en Brasil y le llamaron para hacerle una consulta profesional al respecto teniendo en cuenta que “el despacho siempre ha tenido una fuerte sensibilidad hacia la piratería, una cuestión compleja en la que hay que manejar muchas variables”.